El ayuno es una disciplina espiritual que nos acerca a Dios, aumenta nuestra sensibilidad a Su voluntad y fortalece nuestra vida espiritual. No se trata solo de abstenerse de alimentos, sino de buscar a Dios con humildad y propósito. La Biblia nos enseña cómo vivir una vida de ayuno que glorifique al Señor.
1. Comprender el propósito del ayuno
A. Humillarse ante Dios
El ayuno es un acto de humildad. David expresó:
“Afligía con ayuno mi alma, y mi oración se volvía a mi seno” (Salmo 35:13).
El ayuno nos recuerda nuestra total dependencia de Dios y nos lleva a rendirnos completamente a Él.
B. Buscar la voluntad de Dios
El ayuno nos ayuda a enfocar nuestra mente en la dirección de Dios. En tiempos de decisiones importantes, los líderes de la iglesia primitiva ayunaban:
“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hechos 13:2).
C. Fortalecer la oración en la batalla espiritual
Jesús enseñó que ciertas victorias solo son posibles mediante la oración y el ayuno:
“Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (Marcos 9:29).
D. Arrepentimiento y consagración
El ayuno a menudo está vinculado con el arrepentimiento sincero, como en el caso de Nínive:
“Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos” (Jonás 3:5).
2. Prepararse para el ayuno
A. Examina tu corazón
El ayuno no debe ser un acto de apariencia externa. Isaías advirtió contra un ayuno egoísta:
“¿Es tal el ayuno que yo escogí…? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión y dejar ir libres a los quebrantados?” (Isaías 58:5-6).
B. Establece un propósito claro
Determina por qué estás ayunando. Podría ser para interceder, buscar dirección o acercarte más a Dios. El propósito es clave:
“Por tanto, volveos a mí ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento” (Joel 2:12).
C. Decide la duración y el tipo de ayuno
- Ayuno completo: Abstenerse de alimentos, solo tomando agua (común en períodos breves).
- Ayuno parcial: Como el de Daniel:
“No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron tres semanas” (Daniel 10:3). - Ayuno absoluto: Sin comida ni agua, usado en casos específicos y bajo dirección divina:
“Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí… y así entraré a ver al rey” (Ester 4:16).
3. Durante el ayuno
A. Dedica tiempo a la oración y la Palabra
El ayuno sin oración es simplemente hambre. Dedica tiempo a la lectura y meditación en la Palabra:
“No sólo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Jehová” (Deuteronomio 8:3).
B. Confiesa tus pecados
Usa este tiempo para buscar pureza espiritual:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmo 139:23).
C. Mantén una actitud de humildad y secreto
Jesús dijo:
“Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto” (Mateo 6:17-18).
D. Sé perseverante en la batalla espiritual
El enemigo buscará distraerte o desanimarte. Resiste con la armadura espiritual:
“Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).
4. Al finalizar el ayuno
A. Agradece a Dios
Termina con gratitud y adoración:
“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2).
B. Rompe el ayuno con cuidado
Si el ayuno fue prolongado, comienza con alimentos ligeros.
C. Reflexiona en lo aprendido
Escribe lo que Dios te enseñó y haz un compromiso de aplicar esos principios en tu vida.
5. Frutos de una vida de ayuno
- Renovación espiritual:
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia” (Hebreos 4:16). - Dirección divina:
“Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Proverbios 2:6). - Fortaleza en las pruebas:
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).
Conclusión
El ayuno es un poderoso medio para acercarnos a Dios y vivir en Su propósito. Jesús dijo:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).
Cuando ayunamos con un corazón sincero, encontramos la plenitud de Su gracia y poder manifestándose en nuestras vidas.